Los viejos rockeros nunca mueren, y si van a lomos de motos clásicas no hay quien les alcance.
Lo retro, lo vintage, nunca morirá tampoco. Al menos es la sensación que se percibe al admirar este trabajo de bricolaje motociclístico-musical que une la marca británica Triumph con los tocadiscos, dos conceptos de eminente sabor añejo involucrados íntimamente, pues el concepto cafe racer ya unía música y motos.
Corrían los años 60 cuando los jóvenes modificaban sus motocicletas para extraerles la máxima potencia y hacerlas adoptar un aspecto deportivo y competían en carreras informales urbanas consistentes en ir hasta un punto determinado y volver en el tiempo que tardaba en sonar una canción seleccionada en una máquina de discos de un bar o café.
El resto es Historia y hoy se da la mano en el tocadiscos más motero conocido hasta la fecha. Y aún hay más.
El fabricante de motocicletas Triumph y el Instituto de Arte y Diseño de Birmingham han unido sus fuerzas para ofrecernos una auténtica joya.
El diseñador Richard Underhill ha sabido dotar a este tocadiscos de la inconfundible línea que nos remite a modelos míticos de las dos ruedas con nombres como Bonneville, Thunderbird, T100 o Thruxton adornando este giradiscos con parte de un cilindro en el soporte del brazo y con un disco de freno como soporte del propio disco musical de vinilo. No hará falta un cuenta revoluciones puesto que esta máquina solo tiene dos velocidades, 33 y 45 rpm.
Pero seguro que al escuchar música un suave viento te soplará en la cara y sentirás entre tus piernas la vibración de los motores ingleses. Ráfagas musicales, notas a toda velocidad y un cierto aroma a gasolina y aceite.